sábado, 19 de abril de 2008


Madrid, 19 de Abril de 2008.
La Venezuela del siglo XXI
por Doriam Sojo
doriam.sojo@gmail.com
http://doriamsojo.blogspot.com/
Se puede decir que una de las características que describe mejor a la Venezuela del siglo XXI es el color rojo. No solo porque es el color oficial que utiliza el Gobierno de Chávez, sino además, por la cantidad de muertes que cada día sucede en las ciudades venezolanas. Estamos hablando que en Caracas, según las estadísticas de la Medicatura Forense, enero de 2008 cerró con 191 homicidios; febrero con 230 y marzo con 289. En total, unos 710, ósea, ocho personas que mueren violentamente cada día. El incremento este año, comparado con el 2006, es del 14% según las cifras ofrecidas por la Dirección de Estadísiticas de la policía científica. Ahora en el país todo el mundo esta armado, conseguir un arma de fuego es más fácil que encontrar leche en polvo, carne o huevos en el supermercado.


En la Venezuela actual el petróleo nacional ha alcanzado la más alta cotización de su historia, sin embargo el país esta sumergido en una delincuencia voraz producida por la gran falta de empleo y poco valor de la moneda. Caracas, la ex capital del cielo, dejo de ser la ciudad latinoamericana de las oportunidades, de grandes y amplias avenidas, de lujosos y modernos rascacielos y centros comerciales, de gente amable y culta, por una ciudad donde el caos es latente. Ciudades importantes como Maracay y Valencia, están convertidas en tierra de nadie. Los parques nacionales están descuidados, como El Ávila, donde todavía se sigue construyendo viviendas. En las embajadas europeas y hasta en la de los países vecinos se observan grandes colas de jóvenes que buscan una beca o tratan de nacionalizarse por ser hijos o nietos de extranjeros, para salir de ese infierno llamado Venezuela. Sacrifican sus cinco o más años de estudios universitarios para ir a cuidar abuelos o limpiar pisos en países del primer mundo. Somos los balseros del aire. Hay que recodar que el venezolano nunca ha sido inmigrante.


Venezuela dejo de ser el país de la esperanza, el de la riqueza fácil. Ese amable país que le abrió las puertas a los extranjeros para que hicieran una vida allí. El gobierno de Chávez ha ido contra ellos, contra esa generación que durante años se despertó a las cinco de la madrugada a buscar empleo, y que con años de ahorros y empuje lograron construir sus casas y montar medianos y grandes negocios. Esa efímera clase media venezolana. Ahora Hacienda machaca a cada momento a los comerciantes, dinero que puede ser justo que paguen, siempre y cuando sea utilizado en el bienestar ciudadano y no para cubrir las cuentas bancarias de los funcionarios.

La sociedad venezolana se divide en dos grupos. El primer grupo por una sociedad enferma de poder, donde los valores y la dignidad son palabras y conceptos desconocidos. La segunda, por una sociedad débil y deprimida. Esta ultima se ha acostumbrado a la miseria, a ver pasivamente cambiar sus espacios culturales por recintos políticos, a oír verborreas políticas llenas de violencia que nunca cesan y que jamás ofrecen soluciones concretas a las carencias sociales, a ver los espacios urbanos llenos de buhoneros y niños durmiendo en el suelo encima de un cartón, y peor aun, de encontrase charcos de sangre o hasta muertos en calles y avenidas casi a diario.

Los gobernantes de ese ex-país llamado Venezuela, se caracterizan por su ironía. Hecho que se puede observar en la detención de fraude localizado por una auditora internacional en el 2006 al Centro Nacional Electoral (CNE), que determinó que en el registro electoral venezolano había un estimado de 54.900 fallecidos, pero Jorge Rodríguez, aseguró que esa falla no es significativa, o la famosa maleta detectada en un aeropuerto argentino con 800.000 mil dólares, salidos de un país donde hay un control de cambio asfixiante. Y quien mejor da ejemplo de la descomposición política venezolana es su actual presidente, Hugo Chávez Frías, acusado por el gobierno Colombiano ante El Haya por presuntas vinculaciones y financiamiento al grupo guerrillero de la FARC.


La justicia por su parte, se presenta lenta y agonizante. Ejemplo de ello es la impunidad de los hechos del 11 de abril, que llevan ya seis años. Solo hay despotismo por parte del Estado por la muerte de esos venezolanos, que perdieron la vida mientras marchaban en sus calles por los que creían sus derechos. Nadie sabe, ni dice nada.


Así y aunque me cause pena escribirlo, se presenta Venezuela en este siglo XXI.

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